miércoles, 7 de junio de 2017

Haz caso a los girasoles e imita su naturaleza vital


Haz caso a los girasoles e imita su naturaleza vital, esa que les obliga a buscar siempre la luz del sol para nutrirse, para crecer en belleza y fortaleza. No obstante, recuerda también que tu auténtica luz no se halla en una estrella sobre la que todos damos vueltas. Tu auténtico sol está en tu interior, así que búscalo, atiéndelo y sigue su instinto.

El folclore construido en muchas de nuestras culturas alrededor de los girasoles está formado por componentes tan interesantes como mágicos. Se asocian a menudo con la verdad, con la honestidad y la lealtad. Se dice también que si en algún momento tenemos dudas sobre algo, es suficiente con coger un girasol del campo justo cuando caiga el atardecer, para después colocarlo bajo nuestra almohada. Así cuando despertemos por la mañana tendremos claro aquello que debemos hacer.Todos somos como los girasoles: hay días grises en que llevamos nuestra cabeza gacha y días en que la alzamos felices por los rayos del sol

Ahora bien, este matiz tan positivo pierde un poco su intensidad cuando nos vamos a la mitología griega.


Según la leyenda clásica, una joven ninfa del agua -llamada Clytie- se enamoró perdidamente del dios Apolo y de la luz que este desprendía cada vez que pasaba sobre ella con su carro de fuego por el cielo. Admiraba su fuerza y su belleza. Sin embargo, el dios jamás se fijó en ella. Jamás le prestó atención.

Los días pasaron, y a los días le sucedieron los meses, y a los meses los años… Hasta que Clytie perdió su apariencia de ninfa para empezar a echar raíces, para enclavarse en el suelo y dejar que de su hermoso rostro salieran pétalos del color del oro. El tiempo y la leatad de su amor infructuoso la convirtió en girasol, en una bella criatura dedicada solo a seguir con la mirada el objeto de su amor imposible: Apolo.

En ocasiones, tal y como nos da a entender esta leyenda, focalizamos nuestros objetivos y deseos en metas imposibles. De ahí que debamos ser capaces de atender y encender esa otra luz capaz de guiarnos mucho mejor: la que hunde sus raíces en nuestro interior.

La vida da muchas vueltas, las mismas que dan los girasoles sobre sí mismos siguiendo la luz del sol, cumpliendo su mágica naturaleza basada en el fototropismo. Ahora bien, queda claro que las personas no disponemos de ese instinto natural inscrito en nuestro ADN capaz de impulsarnos hacia esa positivismo, hacia ese horizonte donde se abren las nuevas oportunidades, los cambios que nos harán crecer o las propuestas que es conveniente iniciar para mejorar, para ser más felices.
Eres tu propia suerte: enciende tu luz

Para ser nuestra propia suerte y encender esa luz, que como un faro debe guiarnos hacia una auténtico bienestar y una adecuada satisfacción personal, es necesario enfocar la vida desde una perspectiva más relajada. Dimensiones, como la flexibilidad cognitiva o la habilidad para diferenciar qué nos conviene en cada momento, nos pueden ayudar sin duda a reorientar nuestras “antenas personales” en busca de horizontes más fértiles.

Evitemos ser como la ninfa Clytie, que por muy poética que nos parezca en un primer momento su historia, es un claro ejemplo de alguien que focalizó toda su energía, emociones y vitalidad en un imposible. Seamos esos girasoles, que hechos de luz, de positivismo, alegría y confianza, son capaces de alumbrar su propio camino: ese que nos conducirá a una felicidad real.

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