jueves, 21 de abril de 2011

Los Misterios del Tibet



Dicen algunos orientales que el Tibet es el “Ombligo del Mundo”, o sea un centro espiritual en el cual tuvo su origen el ser humano. Lo mismo decían los incas respecto a Cuzco o los griegos respecto a Delfos. Cuentan otras tradiciones que allí se guardan las reliquias más antiguas que el hombre pueda imaginar e incluso conocimientos no alcanzados aún por la ciencia. No faltan tampoco leyendas que hablan de seres superiores, espirituales. Todo esto contribuye a crear el clima de misterio que siempre rodeó a Tibet.

Los conocimientos y vivencias tibetanas fueron ocultándose y terminaron perdiéndose, prácticamente, con la invasión china. Pero una parte de ese legado se ha podido conservar a través de algunos libros rescatados. Uno de ellos es “El Libro de los Preceptos de Oro”, del que Helena Petrovna Blavatsky ha extraído una parte que ha titulado “La Voz del Silencio”.

Este libro es una pequeñísima muestra de un pensamiento lleno de vivencias espirituales e impregnado de confianza en la Naturaleza y sus leyes.

Exponemos solamente un fragmento de dicho libro:

"Haz que tu alma preste oído a todo grito de dolor, y no permitas que el sol ardiente seque una sola lágrima de pena antes que tú la hayas enjugado en el ojo del que sufre. Pero deja que las ardientes lágrimas humanas caigan una a una en tu corazón y en él permanezcan sin enjugarlas hasta que se haya desvanecido el dolor que las causaba.

Estas lágrimas, oh tú, de corazón compasivo, son los arroyos que riegan los campos de caridad inmortal. En este suelo es donde crece la flor de media noche, la flor de Buda, más difícil de encontrar y más rara de ver que ninguna otra.”

Este párrafo es una muestra de la filosofía profunda que baña el pensamiento tibetano, que va siempre a buscar la causa del dolor, que, a veces, no es la que parece. Todo lo que nos sucede tiene un por qué, aunque nosotros no lleguemos a encontrarlo. La lluvia siempre caerá, el sol siempre saldrá, aunque nosotros no sepamos por qué.

Pero podemos aumentar nuestra capacidad de atención, nuestra capacidad de esfuerzo y, tal vez, llegaremos a conocer, un poquito más el pensamiento y el corazón humanos.

Quizás nos falta valor para enfrentar esa búsqueda porque no sabemos lo que vamos a encontrar, pero esconderse, y no ver, no evita que las cosas sucedan, que la vida siga adelante sin que nosotros seamos partícipes de nuestro propio destino.

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