Cuentan los antiguos tratados de Sabiduría, que hace millones de años atrás no existían hombres ni mujeres diferenciados; sólo hermafroditas poblaban la faz de la Tierra.
Pero cuando la marcha evolutiva así lo impuso, se dividieron los sexos en oposición y complemento constante, en busca de la unidad perdida, para poder llegar, en un futuro lejanísimo, a una reunificación andrógina, no por suma, sino por superación de la dualidad.
Todos los pueblos de la antigüedad registraron en sus símbolos filosóficos y religiosos este hecho natural, y a partir del Uno Universal sin polaridades, vemos aparecer parejas primordiales que representan lo masculino y lo femenino con características propias y comunes: propias como efecto de la división, comunes por proceder de la misma raíz.
En líneas generales, la mujer fue el símbolo de la Materia-Madre-Mar, y el hombre lo fue del Espíritu-Padre-Fuego. Pero eso no impidió que existieran diosas del Fuego o dioses de las Aguas, entendiendo que uno y otro elemento, son parte de una Unidad Primera que los contiene y justifica.
¡Muy interesante, amiga!Me ha encantado esta entrada, yo, siempre aprendiendo contigo. Un abrazo
ResponderEliminarConcuerdo plenamente, Janeth. Además pienso que la homosexualidad y el lesbianismo son la prueba de esa inteligente teoría.
ResponderEliminarAbrazos chileno/daneses,
Ian.
Excelente entrada.
ResponderEliminarGracias.
Muy interesante, nunca lo había oído.
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