martes, 8 de noviembre de 2011

Superar los defectos potenciando los valores




¿Qué es un defecto?

No siempre se puede explicar como un vicio, una gran  deformación, porque en la mayoría de los casos no es tan grave.

Casi siempre, un defecto es una carencia, una deficiencia, algo que falta. O también puede ser una imperfección.

Imperfecciones y deficiencias pueden ser superadas.

Lo primero que recomendamos es un análisis sincero, nada morboso sino práctico y sensato de las carencias y las imperfecciones que cada cual posee. Conocerlas y determinar la dimensión de ese vacío.

Habiéndolas descubierto, no intentar enfrentarse con ellas creyendo que en el primer embate habrán de vencerse. No será así; ni en el primero, ni en el segundo ni en muchos otros, si tan solo decidimos combatir con las manos vacías...

Lo segundo, es realizar el mismo análisis desapasionado para encontrar cuáles son las
virtudes, aunque en potencia, que se poseen. Así, el segundo paso consiste en desarrollar diariamente, con pequeños ejercicios y acciones relacionadas, esas potencias positivas que necesitan manifestarse en la personalidad.

La energía no se dedicará a combatir los defectos, sino a potenciar las virtudes. Hay que  librar muchas batallas hasta sentirse definitivamente vencedor. Y aun así, es posible que, de tanto en tanto, algún enemigo –algún defecto– trate de reaparecer.

Pero las experiencias anteriores harán que se vuelva a ganar la partida.

A los defectos, como decíamos, no conviene enfrentarlos sin más, ni tampoco dedicarles
energía; hay que dejarlos de lado, como si no existieran, mientras con toda premura se
progresa en el ámbito de las virtudes. Pero tampoco hay que despreciarlos: los defectos,
aunque son vacíos y carencias, conforman huecos que pueden atraparnos en cualquier
descuido.

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