Soledad en compañia
Los ojos de la gente, desde lejos, parecen animados, pero también es muy difícil poder ver de cerca los ojos de las personas. Casi nadie mira de frente: casi todos ocultan sus ojos como si en ellos hubiese algún secreto que quisiesen ocultar.
Pienso que ese secreto es la soledad, que nadie quiere mostrar, y que se advertiría de inmediato en el claro cristal de una mirada frontal...
Todos se mueven con aparente energía, y corren de un lado para otro, suben y bajan, van y vienen..., pero en cuanto no existe la posibilidad de que alguien observe, esos robots de mecánico movimiento se aflojan y se esfuman en la profundidad de una silla, de un sillón, de una cama, donde afluye un cansancio que no es corporal, sino que viene de más adentro.
Todos hablan en voz alta, gesticulan y se expresan con gran libertad y ampulosidad, como seguros de sí mismos.
Pero luego, en la soledad, que ya no es fingida, las voces se opacan, cuando no callan del todo, los gestos se esfuman y la seguridad desaparece... En la intimidad, nadie habla, o habla poco, o gruñe mucho.
Todos se precian de tener muchos amigos, y mencionan sus nombres como si cuanto más larga fuese la lista, mejores fuesen por eso las amistades.
Pero es que nadie es amigo de sí mismo, que son pocos los que se conocen y conviven con su propio yo, con sus sueños y con sus proyectos.
Por temer la soledad exterior que facilita la vida interior, se ha provocado esa otra enfermedad: la de la soledad en conjunto, donde todos somos extraños ante nuestros propios ojos, y donde la compañía no es más que una triste farsa para ocultar el dolor del mejor amigo perdido: la conciencia individual.
Tal vez, la soledad de la conciencia individual sea espejo del egoismo colectivo, el instinto gregario de cooperación para supervivencia insistirá...por amor
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