viernes, 28 de septiembre de 2012

...Girar la rueda del tiempo...


Todo parece ir hacia atrás, no en una regresión, no en una falta de economía, sino en una búsqueda de ciertas esencias del pasado que necesitan vivirse con un nuevo enfoque. 

Como si la hora hubiese llegado, habiendo girado la rueda del tiempo, todas las campanas baten a tiempos antiguos. 

Los plásticos ya no gustan; ahora se ama nuevamente la madera cálida, el metal frío, lo real en contraposición a lo ficticio del plástico. Los juguetes ya no representan fantásticos mundos futuros de aeronaves y conquistas espaciales, sino que se vuelcan lentamente hacia formas caballerescas, aguerridas y notables, de lucha a pecho abierto y no escondidas en cápsulas interestelares. 

Los cuadros van perdiendo sus figuras estilizadas e incomprensibles a fuerza de subjetivas y, en cambio, damas y caballeros medievales de largos trajes asoman en pinturas y tapices. Las confecciones a máquina –la maravilla de principios de siglo– ya no son las mejores: ahora vale lo que se hace a mano, lo que sabe a personal y humano. 

Las modas es más lo que cubren que lo que descubren, y cuando descubren, lo hacen por necesidad y no por espectáculo gratuito. Vuelven los cristales de colores, los pájaros y mariposas disecados, las lámparas enormes de madera y metal que penden de los techos, el recuerdo de la iluminación con velas y antorchas, la necesidad de recogerse, de dar sentido a aquello llamado "hogar".

Urge la liberación de un conjunto de fórmulas que se han hecho demasiado complejas, que han ido haciendo cada vez más ficticia y vacía la vida, que le han restado sentido y finalidad. 

Se impone un volverse a sí mismo y hallar verdades que no estén dictadas por miles de periódicos, radios o televisores. Falta redescubrir el milagro del trabajo humano con su dignidad real, trabajo que produce a ojos vistas del mismo que trabaja: hoy se ama más la planta que hemos regado con nuestras manos que el tornillo perfecto que ha surgido a oscuras en un equipo impersonal de montaje.
Pero, y por sobre todas las cosas, Dios se ha hecho presente y necesario entre los hombres. Hacía tiempo (desde el otro giro de la rueda) que se le había olvidado y mucho.

Así, el hombre comienza por buscarlo tímidamente en un arte más simple, en una forma de vida más recogida, en una sinceridad más autentica, en un trabajo más laborioso y productivo, en una fe sin nombres por ahora, pero que es la misma que alumbró toda la pasada y muchas otras epocas antiguas.

Se mueve el tiempo. Él es inexorable y lleva a la meta mejor, siempre apunta hacia una mayor conciencia en el hombre, hacia una conciencia siempre despierta, como las míticas flores que no se
cierran jamás.

3 comentarios:

  1. La rueda gira y gira...
    del pasado al presente en tan sólo un instante que parece largo, pero es tan chico que apenas observamos.
    De esos ásperos y ligeros andares escuchamos a tiempo y espacio la voz surgiente del pozo del abismo que nos marca a tono de trompeta nuestras decisiones.

    ResponderEliminar
  2. Una verdadera lección que vale la pena ejercitar. Un abrazo

    ResponderEliminar
  3. El inexorable paso del tiempo hace girar la rueda del tiempo, que no siempre es redonda y que nunca se repite de la misma manera. De todas formas, es verdad que siempre se va moviendo y nunca deja las cosas ni las ideas en el mismo lugar. Saludos, manolo.

    ResponderEliminar