jueves, 12 de julio de 2012

La libertad del alma


Si hiciésemos una encuesta sencillísima y le preguntásemos a la gente qué entiende por libertad, lo más probable es que el denominador común fuera: "Libertad es hacer lo que quiero y cuando quiero; hacer lo que me da la gana; y que nadie me diga
nada"

Nuestros deseos suelen ser muy inestables. ¿Cómo fundamentar la libertad humana en algo tan inestable como nuestros propios deseos, a los que no gobernamos sino que –todo lo contrario– dejamos que nos gobiernen?

Si recurrimos también a algún viejo filósofo para que nos conteste acerca de lo que es libertad, nos dirá que la libertad humana es el libre albedrío. Es una forma muy especial en la cual se conjugan las posibilidades infinitas que tiene el hombre, todo ello combinado con inteligencia. 

Por lo tanto, el hombre es libre, pero debe tomar en consideración algo fundamental: la responsabilidad. 

Cada vez que actúe tendrá que conocer los fines a los que ese acto le lleva para que no sea un acto desperdiciado o dañino. Porque si hacemos daño, evidentemente está mal; y si no lo hacemos pero hemos desperdiciado nuestras energías, también está mal porque hemos perdido fuerza y tiempo. 

El hombre es libre, pero debe ser responsable, de tal modo que sepa
acondicionar su libertad.

La verdadera y auténtica libertad es la libertad interior. Esa es la que da la medida de la persona, y la dimensión de la evolución de cada uno. 

Porque curiosamente, cuanto más evolucionado es el ser, más se adapta paulatinamente su libertad a la Ley y a la Necesidad. 

¿Por qué? 

Porque entiende la ley de la vida, y comprende las cosas que son justas y necesarias. Y ¿qué mejor que adecuar la propia acción a todo lo que nos está sucediendo?

Cuando en los viejos textos egipcios –esos cánticos e himnos que hoy recogemos bajo la recopilación de El libro los muertos– leemos las recomendaciones que se daban a los discípulos de lanzar el alma más allá de la Tierra y, por acto de la voluntad, abrir las puertas del cielo, penetrar a través de ellas y encontrarse cara a cara con los dioses hasta conocerlos y hacerse uno solo con las más altas virtudes, estamos presenciando un ejemplo de libertad que no se mueve tan solo a nivel de lo terrestre, sino que es capaz de interactuar en cualquier plano de la existencia. 

A esto le llamamos trascendencia de lo perecedero, de lo material. Y es también una trascendencia de lo temporal.

No vale la pena conquistar nuestra libertad para aplicarla tan solo un minuto, o un día, o un año. Una libertad que tan solo nos sirve para hoy o para mañana es una libertad bien pobre...

Una libertad que nos habla de alma, de inmortalidad, de existir eternamente, pasa más allá del tiempo. Lo que hoy está al alcance de nuestras manos se busca, se consigue, se atesora. Pero lo que no está al alcance de nuestras manos se alcanza más allá de la materia y del tiempo, y se busca en el infinito del espacio y del tiempo. 

E inexorablemente, como seres humanos ansiosos de buscar y de encontrar su destino, vamos a alzar vuelo, como los pájaros, como las viejas imágenes de las almas que se levantan y se liberan de todo lo material, ya que han encontrado una libertad más allá de la expresión, más allá de toda tristeza y de todo elemento fatídico.


6 comentarios:

  1. La libertad interior es la clave.
    Saludos
    David
    Pd: Visita mi nuevo blog http://observandocine.com

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  2. La libertad del discernimiento entre lo verdadero y lo falso para vivir el ser súpremo a partir del olvido de si mismo y entregarse al Verdadero Servicio.



    Un abrazo.

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  3. Todo esta dentro de nosotros, hasta la libertad...

    (El blog es bellisimo, amiga)

    Un abrazo

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  4. Excelente descripción de a lo que deberíamos aspirar.

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  5. La libertad, el alma la consigue al abandonar el cuerpo humano, se libera de todas las malas pasiones, egoísmos, avaricia, lujuria, envidia, en fin todo aquello, que la tenía encadenada a bajas pasiones de poder y grandeza.

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  6. La libertad, el alma la consigue al abandonar el cuerpo humano, se libera de todas las malas pasiones, egoísmos, avaricia, lujuria, envidia, en fin todo aquello, que la tenía encadenada a bajas pasiones de poder y grandeza.

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